Nuestro modelo agrícola y alimentario, intensivo en consumo de energía, agua, biocidas y abonos artificiales, no sólo no es extensible a toda la población mundial, sino que debe ser modificado con urgencia para evitar el cambio climático, conservar los ecosistemas y mejorar la alimentación y la salud de las personas.
Por todo lo que conlleva ese modelo de producción, los Verdes apoyan la “huelga de la carne” puesta en marcha por asociaciones y particulares en la cumbre de Copenhague y la Coordinadora Verde estuvo ayer representada por Esther Vallado en la manifestación de Vía Campesina en la capital danesa.
Para Sonia Ortiga, portavoz de la Coordinadora Verde “es necesario rebajar el consumo de carne y además que la que se consuma sea siempre de cría tradicional extensiva o ecológica y producción local, nunca de ganadería intensiva e industrializada. Por ética, por economía y porque lo piden nuestra salud, el bienestar de los ganaderos y de sus animales y la salud del planeta. Esta disminución de la carne en la dieta se enmarca dentro de la imprescindible reforma del sistema agroganadero moderno de producción, que es inviable a largo plazo. Hay que orientar el sector hacia la producción ecológica, recuperando saberes, semillas, razas y productos tradicionales, compatibles con la conservación del suelo y de los ecosistemas. La fertilización orgánica a partir de estiércol y compost contribuye a la captura de carbono en el suelo y, por tanto en la medida que se incremente la superficie cultivada de modo ecológica, supondría una aportación sumamente importante en la reducción de CO2 y mitigación del cambio climático. Esto implica la recogida selectiva y compostaje de los restos orgánicos que ahora van a vertederos. Por todo ello, la producción ecológica, que aún representa sólo el 3% de la producción estatal, aporta un valor ambiental no reconocido, que debe ser valorado y apoyado”.
Dichas afirmaciones han sido reiteradamente documentadas y apoyadas a través de estudios de la Organización para las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y con llamamientos constantes de organizaciones sanitarias y expertos como el premio Nobel Rajendra Pachauri, miembro del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU y público defensor de los estilos de vida vegetarianos.
Florent Marcellesi, coportavoz de la Coordinadora Verde propone “evitar que los países emergentes que pueden adoptar nuestro modo aberrante de consumo. El consumo excesivo de carne de producción industrial no es beneficioso para la salud y es un peligro real a largo plazo. Las ganaderías intensivas contribuyen con más gases de efecto invernadero que el transporte" -la actividad genera según los estudios más del 30% de las emisiones-", consumen grandes recursos hídricos y contribuyen a la deforestación; por otra parte, los diseños industriales de la producción agrícola generan un desplazamiento largo e innecesario de los productos y de los suministros. El desvío de tierras de cultivo para la alimentación animal en lugar de dedicarlas a producir alimentos directamente para las personas tiene también efectos sobre la soberanía alimentaria de los países, más aún en aquellos en vías de desarrollo. Es urgente detener el desarrollo de la agricultura y ganadería intensiva-contaminante, que esclaviza a los agricultores y ganaderos, y potenciar el desarrollo de una agricultura y ganadería ecológica diversificada, ligada a una comercialización en circuito corto, con el consiguiente ahorro energético, al reducirse los requerimientos de transporte, y que favorece unas relaciones más directas entre productor y consumidor y con ello unos precios más juntos para ambos.”.
La agricultura intensiva e industrializada supone:
una contribución importante en la producción de gases de efecto invernadero (principalmente dióxido de carbono -CO2-, metano -CH4- y óxido nitroso -N2O-)
la degradación de los ecosistemas agrarios,
el despoblamiento y empeoramiento de las condiciones de vida en el medio rural.
Varios factores favorecen particularmente el cambio climático:
la intensificación agraria ligada al uso de fertilizantes y otros agroquímicos,
la deforestación y el uso de la tierra destinado a la producción de agrocombustibles o a la producción de forrajes y alimentos concentrados para una ganadería intensiva, vinculada a un consumo excesivo de carne,
el incremento de consumo de combustibles fósiles ligado a la industrialización de la producción y al exceso de transporte generado por la gran distribución.
M.Prieto/Vida Sana - Ecoticias.com/ Coordinadora Verde / DAR
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