27 d’abr. 2010

La CLOC/Vía Campesina ante Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra

En primer lugar queremos manifestar nuestra coincidencia con la
propuesta del compañero y hermano Presidente Evo Morales y es por ello
que decimos: ¡Aquí estamos! en Cochabamba, Bolivia, para ser parte
activa de esta gran movilización mundial por nuestra Madre Tierra.

Nuestro Planeta se encuentra gravemente enfermo. Todas las formas de
vida, y no solo la humana se encuentran amenazadas y éste anuncio dista
de ser apocalíptico. El modelo capitalista, basado en la explotación y
expoliación de la naturaleza y en la idea del progreso ilimitado, es el
principal causante del desastre ambiental.
Las secuelas del
calentamiento global y el cambio climático que son el resultado de la
aplicación de este modelo ya las estamos viviendo dramáticamente cada
día: deshielo acelerado de los polos y de la montañas; huracanes,
inundaciones, sequías o deslaves; islas y poblaciones costeras
amenazadas por marejadas y tifones y con ser tragadas por las aguas de
los mares; desertificación creciente y urbanización acelerada que invade
las tierras agrícolas; migraciones forzadas de poblaciones enteras.

Para los campesinos y campesinas y las zonas rurales del mundo el cambio
climático tiene un impacto directo. Las inundaciones, sequías, la
alteración de los ciclos naturales de la lluvia y el surgimiento de
nuevas pestes están acabando con la pequeña agricultura y ganadería que
contribuyen de manera decisiva a la alimentación mayoritariamente a la
humanidad.

El uso de combustibles fósiles para la obtención de energía y el modelo
agrícola industrial –fuertemente controlado por un puñado de
transnacionales- son las dos fuentes principales del cambio climático.
Según las estadísticas, las prácticas agrícolas contribuyeron alrededor
del 17 por ciento en las emisiones mundiales entre 1990 y 2005. La
agricultura industrial, que promueve la deforestación y los
monocultivos, contribuye sustancialmente a las emisiones de gases efecto
invernadero. Los bosques y praderas ricos en carbono son convertidos en
“desiertos verdes” que destruyen la biodiversidad. Pero además, al
utilizar intensivamente fertilizantes y pesticidas químicos provenientes
del petróleo, maquinaria y semillas transgénicas, provocan degradación
del medio ambiente, la agricultura industrial contamina las fuentes de
agua y causa graves daños a la salud humana.

La agricultura industrial es el “esqueleto en el armario’ de la
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático
(UNFCCC). Si tenemos en cuenta la producción, el tratamiento de los
productos y el transporte, toda la cadena alimentaria sería la
responsable de casi la mitad de todas las emisiones de gases de efecto
invernadero. No obstante, los países del Norte no parecen estar
dispuestos a reconocer el impacto que tienen los alimentos y el sistema
agrícola actual, ni la necesidad apremiante de cambiar de manera radical
las políticas en alimentación.

Nuestros bosques, manglares, páramos y humedales están protegiendo al
planeta del cambio climático, pues son capaces de captar grandes
cantidades de CO2 de la atmósfera de forma natural. Estos ecosistemas
constituyen vida y hogar de pueblos indígenas, comunidades campesinas y
afrodescendientes, que hemos vivido en estos territorios desde hace
mucho tiempo de manera sustentable, asegurando el equilibrio climático,
local y global. Estos ecosistemas están siendo destruidos por
actividades extractivas como la minería, la explotación petrolera, la
conversión en monocultivos para producir agro combustibles o productos
agrícolas para la exportación. Todo esto contribuye a acelerar el cambio
climático, y contamina las fuentes de agua de las que depende nuestra
soberanía alimentaria y nuestra sobrevivencia.

Los países industrializados son culpables del cambio climático, pero se
niegan a asumir esa responsabilidad, impulsando e imponiendo falsas
soluciones que no modifican el modelo vigente y por tanto su forma de
vida. Entre estas, podemos mencionar a la iniciativa REDD (Programa de
las Naciones Unidas para la Reducción de las Emisiones Derivadas de la
Deforestación y la Degradación Forestal en los Países en Desarrollo),
los mecanismos de bonos de carbono y los proyectos de geoingeniería que
son tan amenazantes como la sequía, los tornados y los nuevos patrones
del clima.

Otras propuestas como la iniciativa biochar (enterrar en el suelo miles
de millones de toneladas de carbón cada año),la agricultura de laboreo cero ylos transgénicos resistentes al clima son las propuestas del agro negocio y aumentarán la marginalización de los/as pequeños/as campesinos/as.

La fuerte promoción de plantaciones industriales de monocultivo y
agro combustibles como soluciones para la crisis en realidad aumentan la
presión sobre la tierra agrícola. Ha llevado ya a la masiva apropiación
de tierra por parte de las compañías transnacionales en los países en
vías de desarrollo, expulsando a campesinos/as y a comunidades indígenas
de sus territorios.

El sistema capitalista patriarcal, basado en la explotación agresiva de
la naturaleza y en la valoración económica de las personas, ha provocado
la explotación y el empobrecimiento de grandes sectores de la sociedad,
golpeando doblemente a las mujeres pobres del campo y la ciudad. Las
mujeres signadas por el rol del cuidado de las familias nos vemos
obligadas a redoblar las jornadas de trabajo para sostener la producción
agropecuaria y la alimentación adecuada de nuestros/as hijos/as.
Resguardar nuestras tierras comunales y las semillas, conseguir
alimentos sanos y nutritivos culturalmente apropiados, conservar y
transmitir los saberes y prácticas tradicionales, obtener agua limpia y
segura, entre otras, son tareas que hacen que las condiciones de vida de
las mujeres urbano – marginales y del campo se endurezcan.

La lógica de depredación y destrucción de la Madre Naturaleza, afecta
igualmente a la niñez y a la juventud, amenazando la soberanía
alimentaria, nuestras culturas, nuestra salud y nuestras vidas.

Frente a la situación descrita:

Señalamos la urgencia y la necesidad de atajar la crisis del cambio
climático deteniendo la agricultura industrial. Los agro-negocios no
solo han contribuido enormemente a esta crisis climática, sino que
también han atentado contra la vida de campesinos/as y pequeños
agricultores del mundo, quienes han sido expulsados de sus tierras o han
sido víctimas de mil formas de violencia por luchar por la tierra en
África, Asia y América Latina. Somos los campesinos y campesinas
quienes sufrimos gravemente las consecuencias del llamado libre comercio
que ha ocasionado incluso el suicidio de muchos de nosotros/as en el sur
de Asia. Por todo esto, el fin de la agricultura industrial es el único
para abrir camino hacia delante.

Planteamos que la agricultura campesina de pequeña escala es una
solución clave para el cambio climático. Contribuye a enfriar el planeta
y juega un papel vital en la relocalización de economías que nos
permitirán vivir en una sociedad sostenible. La producción local
sostenible de alimentos utiliza menos energía, elimina la dependencia
respecto a productos alimentarios animales importados y retiene carbono
en la tierra al mismo tiempo que aumenta su biodiversidad. Las semillas
locales se adaptan mejor a los cambios del clima que ya nos están
afectando. La agricultura familiar no solamente contribuye positivamente
al balance de carbono del planeta, sino que además da empleo a 2.800
millones de personas – hombres y mujeres – a lo largo del mundo y sigue
siendo la mejor manera para combatir el hambre, la malnutrición y la
actual crisis alimentaria. Si a los/as pequeños/as campesinos/as se les
da acceso a la tierra, al agua, a la educación y a la salud y son
apoyados/as con políticas que pretendan la soberanía alimentaria
seguiremos alimentando el mundo y protegiendo el planeta.

Pensamos que es indispensable construir un nuevo modelo de sociedad que
sustituya al modelo neoliberal extractivista, nuevo modelo que se base
en la reciprocidad y el principio del ayni (solidaridad y
condescendencia), que respete profundamente a la naturaleza y a los
pueblos, y sea la base para la construcción de los nuevos Estados
Interculturales y Plurinacionales, en el marco de una nueva sociedad que
ponga en práctica los principios milenarios del Sumak Kawsay o Suma
Qamaña.

Consideramos que una de las acciones ineludibles para enfrentar el
cambio climático es frenar la quema de combustibles fósiles y la
explotación de minerales. Necesitamos promover un cambio de matriz
energética fundada en las soberanías energética y alimentaria. Para
ello, la producción de energía debe estar cada vez más vinculada a las
necesidades locales, bajo control comunitario y público, desarrollando
tecnologías ambiental y socialmente sustentables. Pensamos que no es
admisible que, con el pretexto de sustituir la energía fósil por fuentes
de energía renovables, se represen los ríos para instalar
hidroeléctricas o se promuevan plantaciones de caña o palma para
producir agro combustibles.

Creemos que el agua es un derecho humano, que no debe ser de propiedad
privada bajo ningún concepto. El agua debe ser tratada como un
patrimonio social, cultural y comunitario, más no como una mercancía,
por lo cual es imperioso procesos de redistribución y desprivatización
del agua para garantizar los ciclos productivos de las pequeñas y
medianas agriculturas.

Sostenemos que es fundamental la redistribución de la tierra y la
reforma agraria para evitar la apertura de nuevas fronteras agrícolas y
el desplazamiento de campesinos/as por parte de las empresas
agroindustriales y fortalecer la agricultura en pequeña escala para
alcanzar la soberanía alimentaria.
Rechazamos los proyectos de forestación y reforestación con especies
exóticas y monocultivos para sumideros de carbono, en nuestras tierras y
territorios, pues esto nos impide conservar nuestros ecosistemas y
producir alimentos, así como los monocultivos de eucaliptos, cipreses,
soya, etc. por ser atentatorios para el medio ambiente, la biodiversidad
y la vida humana.

Consideramos que es indispensable revalorizar los saberes y prácticas
milenarias de las colectividades que han sido la garantía del equilibrio
del ser humano con la naturaleza. La agricultura, practicada por los
pequeños productores en todo el mundo, puede enfriar el planeta. Por
ello exigimos que los Estados adopten políticas para recuperar y
reproducir estos saberes impulsando la agroecología, la cual solo podrá
hacerse realidad con una verdadera y profunda revolución agraria que
significa la redistribución y desprivatización de la tierra y el agua,
y la democratización de los medios de producción que permita garantizar
la soberanía alimentaria para todos y todas.

Proponemos que ante la violencia estructural que se ejerce sobre las
vidas y cuerpos de las mujeres, los hombres y mujeres debemos asumir
equitativamente el cuidado de la Pacha Mama, es necesario una
redistribución del trabajo, es urgente que como sociedades y como
movimientos reflexionemos sobre los roles productivos y reproductivos.
Los Estados deben garantizar el acceso de las mujeres a la tierra y a
los recursos productivos.

Señalamos que para garantizar la protección efectiva de los recursos
naturales, las zonas intangibles, los ecosistemas frágiles, la
biodiversidad y la protección de la vida de los pueblos no contactados
se debe prohibir la extracción minera y petrolera. Para enfrentar los
cambios climáticos, los ecosistemas de Latinoamérica deben ser
declarados fuentes de vida para el mundo, los cuales no podrán ser
destruidos ni alterados.

Apoyamos la creación de un Tribunal Internacional de Defensa de la
Naturaleza para sancionar a los responsables de los crímenes contra el
medio ambiente y evitar la impunidad. Impulsaremos y seremos parte
activa del referéndum mundial sobre cambio climático.

Nos sumamos al planteamiento de que las Naciones Unidas adopte una
Declaración Universal de los Derechos de la Naturaleza, para que sea una herramienta que permita disminuir y evitar las emisiones de carbono, el
reconocimiento de los refugiados climáticos, la conservación de
ecosistemas, el ejercicio de los derechos colectivos y el respeto de los
derechos de la Madre Naturaleza.

Planteamos que los países desarrollados deben reconocer y pagar la deuda
histórica y climática que tienen con el planeta y crear un mecanismo
financiero para apoyar a los países en desarrollo en la implementación
de sus planes y programas de adaptación y mitigación de los cambios
climáticos, en la conservación de sus ecosistemas y en la innovación,
desarrollo y transferencia de tecnología. El aporte de los países
industrializados no debe ser menor al 1 % del PIB, a lo que se debe
sumar otros recursos provenientes de impuestos sobre combustibles,
transacciones financieras, transporte marítimo y aéreo y bienes de
empresas transnacionales.
Finalmente, rechazamos la pretensión de las potencias capitalistas que
fueron las causantes del fracaso de la Conferencia sobre el Clima en
Copenhague de querer imponer un “acuerdo” espúrio, puesto que fue
establecido por un puñado de países al margen del proceso legítimo de
negociaciones multilaterales. Y que hoy están recurriendo al chantaje
para tratar que tal imposición prospere.

Siga la cobertura de la Minga Informativa de Movimientos Sociales desde
Cochabamba.
> http://www.movimientos.org/conferenciamundialpueblos/

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